No sos vos, soy yo

Tiempo de nuevas rutinas. Modificaciones, mejoras. Grandes cambios.¡Nos mudamos en el trabajo! Ahora las oficinas están en pleno centro.

Pronto, mi nueva bicicleta «Rauda» será mi compañera de viaje de todos los días. Los colectivos pasarán a segundo plano. Se transformarán en algo más ameno, una opción distinta, una alternativa «cómoda». Mi visión de ellos mutará en algo mucho más simple, menos viciado, pero con una complicidad de años de relación. Ya no seremos los mismos. Capaz sea mejor para ambos. Tal vez esta distancia nos haga bien. Nos volvamos a enamorar y a ver lo más lindo de cada uno sacando la rutina de lado. Seguramente cada viaje será especial ya que el destino será uno distinto, menos forzado. Va a ser difícil al principio, pero es lo mejor, lo mejor para los dos.

Definitivamente soy yo, necesito un poco de aire, algo más sano, que me haga mejor. Perdón bondi, sabé que te voy a extrañar.

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Mucho amor

Hoy me confundí. Creí que nuevamente me había vuelto invisible ¿Se acuerdan aquel post en el que cuento como un día común y corriente me volví invisible en el subte? Bueno, ese fue mi error. En verdad lo que pasaba era otra cosa. El día de hoy las mochilas se enamoraron de mí. Se avalanzaron con un deseo irrefrenable de tocarme, de estar cerca mío, de poseerme. Hice lo que pude, pero a veces tanto amor es complicado de manejar.

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Colectivo contestatario

Hoy viajé en un 152 contestatario. Nunca antes me había pasado. Me sorprendió…para bien.

Es incómodo cuando algo así ocurre. Muchas veces lo incómodo nos paraliza. Pero reaccionar es bueno, es necesario y es importante. Dos situaciones de este estilo se dieron en mi viaje de Belgrano a Plaza San Martín.

La primera: un pibe que no quiso darle el asiento a una embarazada. Terminó haciéndolo a regañadientes, y una chica que estaba parada al lado se animó a decir «Qué vergüenza» ¡Para qué! El otro se puso a insultarla como un sacado de arriba a abajo. Por suerte ella supo tomar la actitud indicada. Se rió con un dejo de compasión y le pidió de calmarse. Lo mismo hicieron algunas señoras mayores y al tipo no le quedó otra que tranquilizarse y seguramente morirse por dentro de la vergüenza…o mejor dicho en su caso, de la bronca.

La otra situación se dio cuando el colectivo yendo por Avenida Santa Fe -lleno hasta la manija- se escucha en la calle una mina que grita como si estuviese loca. Desde arriba, donde estaba yo, no se podía ver nada de lo que estaba pasando. Cuestión, el colectivo frena y una cantidad importante de gente empieza a subir. De pronto me parece reconocer la voz de la misma mujer que estaba abajo y ahí escucho lo que había pasado, un señor que acababa de subir le cuenta al otro: «la señora gritaba porque ya eran 3 colectivos vacíos que pasaban de largo por el medio de la avenida y ninguno nos quería frenar». La entendí completamente. Me molestó nunca haber tenido la valentía de hacer algo así. ¡Cuántas veces me pasó lo mismo!

Las dos actitudes me tomaron por sorpresa. Los argentinos no reaccionamos cuando nos pasan por encima. Siempre pensamos «para qué, si las cosas igual no van a cambiar», damos la batalla por perdida. Me parece que tenemos que sacarnos un poco la estupidez del miedo al qué dirán y empezar a hacernos valer. Eso, los valores. ¡El respeto ante todo señores!

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La caballerosidad en los colectivos

Este es todo un tema. Confieso que presento contradicciones al respecto. Con esto quiero decir que soy una persona bastante feminista -por no decir muy- pero sin embargo me encanta que me cedan el asiento en el colectivo. Es una cuestión de gentileza ¡Ojo! ¡No pido que me den al asiento! Hasta que no esté embarazada, con un crío, convaleciente o me convierta en una anciana, no pretendo que me den el asiento. Me refiero al momento en que se desocupa un lugar y las personas que están cerca son hombres y mujeres. Si supuestamente está más cerca el hombre, me parece lindo, amable, simpático, que le dé la oportunidad a sentarse a la mujer. Por qué, no sé. Será que hay ciertas maneras del machismo que aún existen en mí, tal vez por el hecho de haber nacido en una sociedad machista. Sin embargo, ultimamente no me ha pasado mucho este gesto.

Les cuento un ejemplo que me pasó hace poco y me frustró bastante. Subo al 60 -38- a eso de las 17.30hs en Belgrano. Obviamente estaba lleno. Como fue uno de esos días que parecía que se venía la tormenta del año, yo tenía mi paraguas (el de los grandes, no el que se puede meter en la cartera). Además tenía el impermeable en la mano porque obviamente no había llovido nada, y hacía un calor padre. Sumado a esto tenía una bolsa con el tupper que llevo al trabajo más alguna que otra boludez. Y por supuesto la infaltable cartera gigante que después de colgada al hombro más de 15 minutos siento que llevo piedras. No cuento los tacos incómodos y otras delicias de las vestimentas femeninas formales. Bueno, con este panorama me subo al bondi y trato de acomodarme al final, agarrada de un asiento individual pero al lado de la fila larga del fondo. Necesitaba desesperadamente sentarme. Apenas podía agarrarme, casi hacía malabarismos para lograrlo. Un viaje de una hora así iba a ser insufrible. Bueno amigos, así fue. Rodeada de hombres con sus manos vacíos y su ropa cómoda, cada vez que se desocupaba un asiento cercano ellos se avalanzaban hacia el mismo. PIEDAD ¡Es todo lo que pedía! Un poco de consideración. En fin, vergüenza ajena por tan poca caballerosidad ¿Quién me manda a ser mujer a mí y soportar todo lo que eso conlleva? ¡Al menos una atención mierda!

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Irritabilidad

Los medios de transporte pueden producir irritabilidad, eso bien lo sabemos. El subte es un gran causante de este tipo de problemática, ya lo he descrito en un post anterior (https://elviajedelcolectivo.wordpress.com/2011/10/09/la-rutina-del-subte/).

Vengo dándome cuenta de algo que me molesta, y mucho. Les cuento a ver si a alguno ya le pasó. Situación: estoy en Catedral esperando el subte, sé exactamente donde pararme para que las puertas se abran delante mío. Sin embargo, está esa gente que en vez de esperar donde eligieron y formar la fila adecuada cuando no se les abre la puerta en su cara, comienzan a «correr» la puerta. Me explico? Hoy nuevamente me pasó que estoy tranquilamente parada esperando en mi lugar a que se abra la puerta cuando un señor corriendo a la par del subte con un pasito un tanto ridículo -como si fuera a saltar al tren en movimiento- se me pone prácticamente adelante para entrar él primero. Mi cara de indignación creo que le hizo entender todo.

Cada uno eligió el lugar donde pararse y, o le toca entrar primero, o se tiene que bancar una fila ordenada, caranchos!

¡Gente, no se vale correr a la par del subte!

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De la personalidad del colectivo

Los colectivos tienen personalidades, eso ya bien lo sabemos. Pero lo que descubrí el otro día es que aparte de esto, sus humores son cambiantes. El mismo colectivo en otra parte del trayecto es como otro colectivo. Uno cree conocer a un colectivo, la gente que viaja, más o menos lo que te podés esperar de esa línea. Sin embargo todo cambia cuando te subís en otro momento del recorrido. Una parte que no conocías. Probablemente de algún barrio que no te es familiar: la zona, la gente, la dinámica. Y es ahí cuando entendés que puede ser el mismo colectivo que te tomás todos los días, pero que en esa parte del recorrido se transforma completamente otro colectivo, uno desconocido, del que no sos parte, no pertenecés. Ellos no saben que vos también tomás ese colectivo pero en otro barrio. Para ellos vos sos un extraño. Ese que a veces ves subir a tu colectivo y se acerca al chofer para preguntar paradas y calles conocidas para vos. Y pensás para tus adentros «pobre, este no tiene idea cómo funciona mi colectivo», creyendo que tu colectivo es el único, el que vos conocés. Vaya chasco! Cuando no estás, lejos de los barrios que frecuentás, el colectivo se comporta de manera distinta, rara, ajena. Cambia de personalidad.

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Viaje de una noche de verano

Anoche me encontré viajando en el colectivo 29 a las doce de la noche. No es que no lo haya hecho antes, pero  generalmente siempre estoy con alguien, no sola. Ayer hice el recorrido desde la esquina de mi casa en San Telmo, hasta Libertad y Lavalle.

Qué glorioso pequeño trayecto! Qué hermosa es Buenos Aires de noche!

El colectivo de noche es otro mundo, un mundo mucho mas amigable que el de dia. Se respira un aire de algarabía, de relajación, de que todo es posible. La mayoría de los que viajan están en la misma. Salen a divertirse, a encontrarse, a reventarse. El aire que se respira es otro, una gran mezcla de olores que incluye perfumes varios, cerveza, transpiración (de adrenalina, no de cansancio), chicles, desodorante, alcoholes más fuertes.  La gente habla animada. A veces el murmullo se interrumpe con otros tonos más fuertes, gritos o carcajadas. Es parte de la dinámica.

Durante el recorrido no pude evitar escuchar a una alemana que hablaba con una desconocida, estaban bastante borrachas las dos. De a poco, casi sin darme cuenta, empecé a sentir como una especie de orgullo dentro mío, orgullo de mi ciudad. Creo que muchos no lo saben, o no lo entienden bien, pero los extranjeros no vienen acá porque es barato, vienen porque la noche de Buenos Aires los vuelve locos. Y en ese momento entendí todo. Con el viento en la cara, mirando por la ventanilla del colectivo que andaba a toda velocidad; la gente dispuesta, charlando y riéndose; el calor de la noche de Buenos Aires. Era todo eso. La libertad plena. La plena libertad. La ciudad  sonriéndote. Las oportunidades listas para ser tomadas.

Las puertas abiertas para ir a jugar.

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La vuelta de la bicicleta

Ya está llegando, ya está llegando.

¿Vieron cuando un cambio es inminente? Estoy arriba del colectivo y sólo veo bicicletas. Las conozco. Las viví en otra época, en otro lugar. Conozco sus cosas buenas y las que no lo son tanto. Me imagino la adrenalina de andar en una ciudad como Buenos Aires. También el miedo, el instinto de supervivencia. Sé el esfuerzo, las piernas de piedra y la falta de aire en las calles en subida…pero también de la felicidad y la veloidad de la calle en bajada. De lo lindo y pintoresco de tener una bocina, aunque también de la mala recepción que se da en el otro cuando la usás. Pero de lo que más sé es del viento sobre la cara, esa inexplicable libertad, ese silencio amplio y cómodo. Vos y tus pensamientos, mientras imponés tu ritmo y ves las cosas quedar atrás tuyo. Eso. Sólo el viento sobre la cara, los ojos chiquititos y tu música interior.

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Sentirte mal en el transporte público

Un tema… Complicado. ¿A quién no le ha pasado alguna vez de sentirse mal dentro de un transporte público? Es muy feo. Casi que prefiero que me pase en la calle antes que en un transporte público. Al menos podés tomar una decisión sin tener que depender de alguna forma de los demás.

Ayer iba en el subte D camino a 9 de Julio. En una estación -creo que fue Bulnes- se subió una pareja con una nena de unos 9 años. El subte estaba lleno, como es de esperarse a las seis de la tarde. En seguida, alguien les dio el asiento a la nena y a la madre…Me llamó la atención. Quedaron sentadas frente a mí, y ahí fue cuando entendí por qué. La pobre niña estaba blanca como un papel. La madre tratando de darle agua saborizada de pomelo en la tapita de la botella. Creo que estaba tan nerviosa la pobre nena que ni podía tragar. No llegué a entender lo que le había pasado. Hablo en pasado porque la madre no paraba de repetirle «ya está, ya pasó», intentando minimizar el evento evidentemente traumático para su hija. Pero cómo les explico la cara de angustia y terror que tenía esa niña. Me dio mucha pena.

De inmediato pensé «que feo sentirte mal en un transporte público». Sobretodo en un subte donde no tenes más que mirar a la persona que tenés en frente. No sé si a ustedes les pasa igual, pero cuando yo me siento mal no quiero que nadie me mire. Quiero pasar desapercibida, lidiar con mi dolor sin que ninguna persona se de cuenta. No sé por qué. Supongo que para restarle importancia al hecho. Si todos te están mirando con cara de preocupación, te asustás más. Si te miran con indiferencia, te da bronca (-¡Qué insensible esta gente che!- pensás para tus adentros). Si te miran y se rien, ya sea hablando por teléfono o con otra persona sin siquiera respetar tu dolor, es bastante cruel; aunque no podés culparlos por no darse cuenta.

La mirada de terror de la nena me llegó. Sentí lo que se llama empatía. Ví que la madre no le daba tanta bola y se ponía a charlar con su esposo como si nada. Entonces intenté buscar una mirada. Una mirada que fuera la correcta. La mirada que me gustaría recibir si yo me sintiera mal. Una mezcla de «va a estar todo bien» y de «te entiendo, tranquila». Creo que la encontré porque hubo un cruce de miradas y de energías con la nena. Me dio la sensación que lo logré. La expresión de su cara cambió. Sentí que algo en su pesar se había alivianado. Tal vez fue un delirio mío. A lo mejor nada tuvo que ver con mi mirada. Pero me encantaría creer que sí.

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El transporte y la música

Me sigo sorprendiendo de la importancia del contexto en el cual se escucha un disco. A esto le quiero sumar lo distintivo de utilizar auriculares o no, y por supuesto el nivel del volumen al cual se escucha. Hay música, en general «la buena música» que debe ser escuchada a un volumen considerablemente alto para ser apreciada en forma justa. Hay otra, que sirve para dejar de fondo…mmm relativo diría un amigo.

Viajando en colectivo me di cuenta que hay discos que no sólo hay que escucharlos con auriculares, sino también en movimiento, un movimiento más rápido y más pasivo que caminar. El movimiento de ser transportado, en este caso, en un colectivo 29.

No pretendo imponer mis gustos musicales en este blog, pero sí les propongo un experimento como ejemplo de mi teoría. Les pido que pongan en su casa el CD de Broken Social Scene «You Forgot It in People». Traten de escucharlo haciendo algo al mismo tiempo y a un nivel medio/bajo. OK. Ahora, dejen pasar unos días y una vez arriba de un colectivo -en lo preferente que pase por zonas urbanas y céntricas- escuchen el mismo CD con auriculares a un volumen alto (traten de que tape el ruido del colectivo).

…Seguramente entonces podrán entender mi punto.

PD: El momento del día, como la estación del año también son determinantes. Por ejemplo, el otro día descubrí que no hay mejor situación para escuchar » Lesser Matters» de The  Radio Dept que en un colectivo al amanecer de una noche de verano luego de haber tenido una salida copada, con una mezcla de cansancio, alegría y resaca al mismo tiempo.

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