La rutina del subte


Creo que ha tenido su repercusión el debate entre bondi vs subte. Por eso, me atrevo ahora a dedicarle un momento especial sólo para el subte. Aquí va.

Viajar en subte requiere todo otro tipo de consignas. Pocas cosas de las que se aplican al colectivo pueden ser replicadas en el subte. El que prefiere el subte es una persona más metódica, que elige repetir una rutina hasta el hartazgo sin esperar grandes sobresaltos. Cuando estás apurado, el subte te ofrece seguridad, reglas bastante más claras que el bondi. Si hay paro, hay paro y lo sabés. Si hay demoras te avisan con un cartel. Y si justo te agarran arriba del subte…bueno, tenes mala leche.

Luego de viajar todas mis vueltas del trabajo a casa en subte -y algunas idas apurada también- llegué a la conclusión que me estaba volviendo un robot. Ya no pensaba, sólo llevaba a cabo una performance igualita día tras día. Mi rutina se traduce así:

A la ida:

Me bajo del 29 en la boca del subte D, Estación Catedral. Camino presurosamente hacia las escaleras. Como voy en contrasentido de la gente, la bajada de esas escaleras es una lucha de seguridad y paso firme. Vos sola, contra la corriente abriendo una brechita a tu paso con decisión y rapidez. Una vez abajo, paso la SUBE y me coloco en el andén a esperar el subte; más específicamente en la mitad de la 4° columna empezando por la derecha. Así tengo asegurado que una de las puertas se abrirá justo delante mío y no tendré que luchar con la gente para pasar y conseguir un asiento. Una vez adentro elegir un asiento lo más alejado posible de la puerta por dos simples razones: menos cantidad de gente alrededor, menos chances que tengas que cederlo ya que a alguien le habrá tocado antes. Una vez sentada pongo los pies en un ángulo recto para establecer mi perímetro de espacio personal. Un grave error sería plegarlos hacia adentro. La gente estaría aún mas cerca con sus bolsas, carteras, etc chocándose con mi cara. Acto seguido, saco mi mp3 y mi libro y me meto de lleno en otro mundo hasta llegar a José Hernández donde bajo presurosa, subo a la escalera mecánica y tomo los molinetes al lado del kiosco donde subo a Cabildo.

A la vuelta:

Acá la rutina es más flexible porque puedo estar acompañada de algun compañero de trabajo, lo que hace el viaje mucho más ameno y menos metido para adentro. Lo más probable es que en este viaje no consiga asientos por la hora y la estación donde me subí. Si estoy acompañada no me importa y me ubico cerca de alguna puerta. Si no estoy acompañada siempre busco un lugar donde están los fierros al piso para agarrarse ya que la altura de los de arriba es incómoda para mí porque requiere mucho esfuerzo de brazos. Viajo parada, inmersa en mis pensamientos -generalmente temas del laburo- hasta que tenga la suerte que se desocupe un asiento cerca mío. Lo más probable es que ocurra en estaciones como Bulnes, Pueyrredón, Facultad de medicina, o si tuve muy poca suerte, 9 de julio. Una vez en Catedral tomo la primera salida y en vez de subir por las mismas escaleras por las que bajo habitualmente, cruzo  el tunel hasta el otro lado de la calle donde poca gente sube y/o baja y aprovecho que ya atravesé la diagonal acercándome así de mis 15 cuadritas a pie hasta casa.

En fin, con este relato de viajes diarios lo que realmente quiero mostrar es que tan rutinario puede ser un recorrido en subte. Obviamente supongo que no será para todo el mundo igual, pero luego de 4 años de llevarlos a cabo, comenzas a repetir una dinámica quieras o no.

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